jueves, 6 de marzo de 2008

Un paseo por el campo

Si, con la doña, como debe ser, como en las mejores familias.
Despacito, sin prisa, sin pausa.
Disfrutando de la compañía, del paisaje, del viento, del sol.
Y por supuesto de Canon.
Eso si, sin agobios, tirando pocas fotos (para que la doña no le mande a uno a freír espárragos).
Sin muchos esfuerzos, el día anterior hubo partido de fútbol-sala y los años no pasan en balde.
Y los kilos tampoco.
Ni los cigarrillos de más.
Las copas de menos igual ayudan.
Pero no los chuletones.



Y sigues caminando, con la sonrisa puesta.
Disfrutando de un día soleado.
Viendo lo buitres girando en espera de la muerte.
El río descendiendo hacia la inmensidad.
Los árboles envejeciendo hasta su tala.
La arena esperando el viento que la haga viajar.
Evitando las pisadas que la hagan sedentaria.
Que bonito!!! y me acuerdo de Canon.




Y sigo pensando.
Qué felicidad es saber que uno va a tener un hijo.
¿Como estará en la barriga de la doña?
Ante tanto andar ¿estará cogida con sus manos a lo que pueda?
¿Qué será lo que pueda?
¿Notará que vamos subiendo una montaña?
O ¿estará disfrutando como nosotros?
¿Pensará?
¿Y qué pensará?
Dicen que sienten ya.
¿Y que sentirá?
Estará relacionado con lo que siente mi doña.
Puede ser o será.




Y seguimos para arriba. Disfrutando.
Decidimos parar y dar media vuelta.
No hay que forzar.
La doña tiene todavía fuerzas pero las necesita para regresar.
Hay ciertas cosas que le hacen a uno conservador.
Espero no llegar a extremos.
En la parada, al lado del río, veo el agua.
Hoy es un día de agua.
Me acerco.
Y claro, tanto me acerco, que casi me abro la cabeza.
En estos momentos uno echa de menos un teleobjetivo.
Que te facilite las cosas. Que las haga más cómodas.
Pero si así fuese, nunca habría ido al campo en domingo.
Porque claramente es mucho más cómodo estar tirado en el sofá.

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