Cuando he despertado esta mañana Glub estaba flotando dormido a mi lado. No he podido evitarlo y le he despertado rápidamente, acariciándole, suave, suave, como me dice Papá. El se ha despertado y me ha mirado. Luego ha sonreído.
Le he pedido disculpas por haberme quedado dormida ayer y le he pedido que me contara todo. Al principio se ha reído y se negaba, pero luego ha accedido, ¡me estaba tomando el pelo!.
Cuando llegó a la ventana siguiendo a Croac, vio como ella empezaba a usar sus alas y volaba. Al principio no entendía nada pero al salir de la ventana, la corriente le hizo salir despedido hacia un lado. Creía que la iba a perder porque poco a poco se iba alejando de ella. Justo cuando creyó perderla detrás de un edificio, comenzó a utilizar sus aletas y vio que podía nadar contra la corriente. En ese momento comenzó a moverlas rápidamente y a acercarse a Croac.
Fue nadando detrás de ella durante bastante tiempo. No quería acercarse demasiado para que no le descubriese, pero a veces se alejaba demasiado y temía perderla. Así que decidió correr el riesgo de acercarse frente a la posibilidad de perderla.
Después de un rato de estar nadando por la ciudad, de pasar muchas casas, plazas, museos, coches, personas. Llegaron a un gran camino de agua. El río. Pero Croac nunca llegó a entrar, se quedó en la orilla, debajo de un puente, donde había un pequeño montículo con un agujero a modo de entrada, por donde entró.
Glub espero un poco y la siguió. Justo cuando Glub entraba por el agujero, Croac se presentó con un –¡Hola!- dándole un susto de muerte. Le dijo que estaba encantada de conocerle. De hecho, que hacía mucho tiempo que le conocía de vista pero que nunca había tenido la oportunidad de presentarse. Glub estaba un poco asustado, pero que podía hacer, ¿echar a nadar? No sabía como volver a casa.
Tras contarle Croac, que le conocía porque hacía la ronda de vigilancia en casa un día si y otro no, Glub se quedó más tranquilo. En realidad en ese momento no sabía muy bien por qué, pero tenía sentido y le dejó tranquilo. Pero sobretodo cree que se fue tranquilizado porque no paraba de hablar como si le conociera de toda la vida, mientras avanzaban por un túnel. Lo curioso es que el túnel no daba miedo, todo lo contrario, era cálido y agradable. Tenía muchas luces de colores en las paredes que lo adornaban. Sin darse cuenta, de repente, llegaron a un saliente y vio lo más maravilloso que ha visto nunca.
Como os podéis imaginar en ese momento Papá cerró la puerta de casa para llevarme al cole. ¡No me lo podía creer! Justo en ese momento. De verdad creo que Papá y Mamá no ven a Glub ni a Ñam, porque sino no lo entiendo, ¡como nos podemos ir en ese momento!.
Ahora mismo estoy en el coche con Mamá volviendo a casa, deseando llegar ¡ya!, para que Glub me cuente el resto de la historia. Hoy prometo no quedarme dormida.
lunes, 16 de marzo de 2009
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